21 Cañonazos.


Publicado por Arturo Guevara Escobar

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   Siguiendo la senda de las conmemoraciones centenarias está por llegar el año de 1914 a nuestra memoria. La intervención norteamericana y subsecuente ocupación del puerto de Veracruz. Tema que ha sido por un buen tiempo motivo de discursos viscerales más que de meditación y reflexión por ambas partes de los involucrados. La llamada Revolución Mexicana fue un continuo intervencionismo norteamericano entre muchos otros ingredientes, no uno u otro acto esporádico. Los exaltados textos de nacionalismo lo llaman la “invasión yanqui”, “la infamia”, “la heroica defensa”. No sería mejor dejar de llamar “intervención” a lo que fue un conato de guerra, “toma pacífica” a lo que fue una batalla, y “ocupación” al Gobierno Militar Estadounidense de Veracruz.

    A las dos de la tarde del 27 de Abril de 1914 se iza la bandera de las barras y las estrellas en suelo mexicano recibiendo un saludo de la flota norteamericana de 21 cañonazos. Par ser más específicos en el asta bandera del Hotel Terminal con todas las tropas norteamericanas ensambladas en la amplia explanada a sus afueras. No se trataba de un acto de cortesía sino de una violación de la soberanía.


   Durante los primeros meses de 1914 se habían engarzado una serie de incidentes que involucraba a la Armada de los Estados Unidos y las diferentes facciones que contendían en la guerra civil en México. Resultado de la obligada convivencia en las aguas territoriales de México. Sí el incidente resultaba contrario a los intereses norteamericanos se le llamaba agravio e indignidad; sí lesionaba la dignidad mexicana simplemente se omitían; en el caso de manifestar una deferencia eran actos de cortesía que debían ser tomados con precaución para no genera malos entendidos…

    Por lo significativo que resulta el ejemplo relataré la visita del General Santiago R. Rivero al acorazado USS Pittsburg en el puerto de Manzanillo el 2 de Febrero de 1914; al llegar a la escala fue recibido por el Almirante Cowles y su oficialidad, los marinos americanos presentaron armas y se tocó la marcha de honor izándose la bandera mexicana; al retirase, en el acorazado se dispararon once cañonazos tocando la banda del buque nuestro Himno Nacional al momento que se arreaba la bandera mexicana…seguramente el señor Wilson, presidente de los Estados Unidos en ese momento, nunca se enteró. Se puede apreciar como la política de una nación pude ser diferente a las acciones regidas por la dignidad de los códigos militares, o en su caso el grave error que cometió el Almirante Cowles al darle reconocimiento oficial a un militar extranjero. Recordemos que la administración de Woodrow Wilson le negó el reconocimiento oficial al gobierno de Victoriano Huerta y la destrucción del mismo lo tomó como un asunto personal. Algo así como una relación de odio y amor, “no te quiero pero no te puedo dejar”. La visita del General Rivero fue en respuesta a una visita previa del Almirante al puerto. En 1920 se publica el libro Experiences and observations of an American Consular Officer during the recent mexican revolutions, en él su autor, William Brownlee Davis, hace referencia al hecho: “Algunos oficiales navales japoneses, en su viaje de regreso de la ciudad de México a Manzanillo, se encontraban al mismo tiempo (en Manzanillo). Los japoneses fueron profusamente festejados- mientras permanecieron en la ciudad como invitados-. La presencia del Almirante Cowles y su estado mayor fue ignorada por todos excepto los americanos”. No solo fue ignorado el hecho por Wilson también se borro de la historia. En Enero de 1914 el mismo Almirante Cowles se reunión en San Blas con el constitucionalista Manuel Bonilla con disgusto del gobierno huertista, a lo que se respondió que era un acto sin consecuencias políticas a causa de la indiscreción del Almirante; el gobierno estadounidense siempre tenía la forma de justificarse.

    El domingo 5 de abril de 1914 el General constitucionalista Pablo Gonzales inicia el ataque sobre la sitiada ciudad de Tampico. 

   8 de abril: un Correo Marine de los Estados Unidos se le encarga llevar un mensaje del consulado al puerto, se pierde y vagabundea por el puente Iturbide, primera línea de defensa Federal, se le detiene por algunos minutos y se le deja ir.

   9 Abril de 1914: el Comandante Ralph Earle -Capitán del Dolphin- baja a tierra para hacer compras de rutina para la flota, con el inconveniente que su suministro habitual de gasolina por causa de los combates estaba fuera de alcance. En el consulado norteamericano se reúne con el comerciante alemán Max Tyron para negociar la compra de gasolina. Tyron le informa que el combustible lo tiene almacenado en una bodega cerca del puente Iturbide. Earle regresa a su barco y comisiona al inexperto pagador de 23 años Charles Copp para recoger el combustible, quien se encontraba en su primer viaje de servicio.

   11:45 de la mañana, Copp, junto con 8 hombres a bordo de un bote ballenero se internan por el canal. Llegan a la bodega y empiezan a cargar la mercancía, 10 soldados Federales también concurren en el lugar; le informan a Copp que debe abandonar el lugar y les piden acompañarlos. Copp les dice a los marinos que deben ir con él, dos de ellos ignorándolo regresan al bote. El comandante mexicano repite la orden apuntando sus rifles hacia los norteamericanos, Copp ordena a los dos marinos salir del bote.

   Continuar con los detalles es toda una novela, de manera sucinta se detiene a 8 marinos y un oficial norteamericanos provenientes del U.S.S. Dolphin en el puerto de Tampico; al poco tiempo son liberados y regresan a su buque. El General Morelos comandante Federal del puerto se disculpa verbalmente como un acto de cortesía. Más tarde el Almirante Mayo hizo llegar al General Morelos una carta usando la siguiente frase para recriminarlo: “La responsabilidad por actos hostiles, no puede eludirse alegando ignorancia”, esto era en el sentido que supuestamente dos de los marinos se encontraban en el bote al momento del apresamiento y con bandera estadounidense en el mismo significando que estos habían sido sustraídos de territorio norteamericano, pero los mexicanos eran desconocedores de las leyes internacionales. El Almirante Mayo exige un desagravio: castigo para el oficial mexicano que ordenó la detención y saludar a la bandera estadounidense sobre suelo mexicano de forma prominente con 21 cañonazos. Tanto el General Morelos Zaragoza como el Almirante Mayo notifican a sus respectivos gobiernos del incidente; el General Morelos se declara incompetente para resolver el caso por sus implicaciones, el Almirante Mayo había tomado decisiones de forma personal fuera de sus competencias sin pensar en las consecuencias. El Almirante Mayo no tenía comunicación directa y su mensaje va por intermediación del Almirante Fletcher en Veracruz iniciándose una cadena de teléfono descompuesto.


   Para justificar sus actos le hace la aclaración al Almirante Fletcher: “Considero, que la humillación y gran insulto hacia ellos [los marinos] y la bandera de los Estados Unidos es tal que la disculpa pública tal y como la solicito en mi carta al General Zaragoza debe ser sostenida”. El gobierno norteamericano ve la oportunidad y le ordena al Almirante Mayo ser intransigente. El Gobierno mexicano desde un inicio argumenta que sus disculpas son un acto de cortesía más no una aceptación de culpabilidad y propone una solución conciliatoria sobre un principio de equidad, el saludo debería ser contestado por uno de los buques norteamericanos izando bandera mexicana; lo que era simplemente honrarse mutuamente con un saludo de ordenanza; lo que había hecho el Almirante Cowles 60 días antes. Existe la versión que la última propuesta vino del Almirante Fletcher, de cualquier forma es rechazada por el Presidente Wilson. Ante la negativa norteamericana agravada por la inadmisión de las disculpas verbales, el Gobierno mexicano insiste en la propuesta antes señalada pero con un compromiso firmado. Victoriano Huerta también había visto la oportunidad y entra al juego de la diplomacia internacional, la consecuencia política es aclarada por el mismo Wilson a sus asesores; se reconocería tácitamente mediante un documento al gobierno de Huerta. Huerta revira: llevar la disputa al arbitrio de la convención de la Haya o dirimirlo conforme al artículo 21 del tratado de Guadalupe-Hidalgo. El Secretario de Estado William Jennings Bryan rechazó la propuesta de arbitrio de la Haya, la propuesta lo enfurece en el fondo sabía que Huerta tenía razón. El Presidente Wilson decidió usar la fuerza en lugar de aplicar el artículo 21 del tratado Guadalupe-Hidalgo: “Si entre los gobiernos de ambas repúblicas hubiese un desacuerdo, ambos gobiernos se comprometen a buscar una solución pacífica”.

“Llevar hasta ese punto la cortesía [consentir en el desagravio], equivaldría a aceptar la soberanía de un Estado extranjero, con menoscabo de la dignidad y del decoro nacionales…” Victoriano Huerta.

   Con las circunstancias puestas en un callejón sin salida por la intransigencia norteamericana, el 13 de Abril se presenta otra exigencia fundamentada en los daños causados a ciudadanos norteamericanos en Tampico a causa de los combates entre constitucionalistas y tropas Federales; la imposición forzosa como territorio neutral del área petrolera, de no ser así los Estados Unidos se abrogaban el derecho de imponerla por la fuerza; esta es la verdadera razón de una temida intervención armada en Tampico; esta amenaza no solo iba dirigida al gobierno de Huerta.

    Se ordena la movilización de la flota del Atlántico hacia Tampico y la de Pacifico hacía la costa mexicana. Parte de las mismas ya se encontraban en aguas mexicanas. En esos mismos días el Imperio Alemán se debatía en el dilema de la movilización militar, estaba listo para iniciar una guerra contra Francia pero no querían pasar a la historia como el agresor dando el motivo de un Casus Belli; la movilización era un Casus Belli en sí.


    Wilson presenta una solicitud al Congreso para hacer uso de la fuerza y salvaguardar los “derechos y dignidad” de su nación en la sesión conjunta del Congreso Norteamericano del 20 de Abril: “vengo a solicitarles su aprobación para que pueda usar las fuerzas armadas de los Estados Unidos en tal manera y en tal amplitud que sea necesaria para obtener del General Huerta y sus adherentes el completo reconocimiento de los derechos y dignidad de los Estados Unidos”-en la forma en que se redacta la petición no se marcan límites en el uso de la fuerza-. En el mismo discurso Wilson inicia pidiendo “consejo y cooperación”, hace referencia a no querer usar la fuerza como una imposición, que sus sentimientos son de una profunda y sincera amistad hacia México, etc.; discurso lleno de falacias que sus propios actos confirmarían días después. Wilson no necesitaba de un permiso para poder ejercer la fuerza contra México pero quería una corresponsabilidad, incluso tenía el poder constitucional de declárale la guerra a México. La recomendación en el manejo de la fuerza que recibió Wilson de parte de sus asesores fue hundir el cañonero mexicano Nicolás Bravo en las aguas de Tampico. La solicitud presentada al Congreso se basaba en el incidente de Tampico aunque se hacen referencia a otros. La tarde del día 20 la Cámara de Representantes aprueba la petición de Wilson con 323 votos a favor y 29 en contra, el Senado continúa deliberado. El 18 se habían generado informes de inteligencia proporcionados por el Cónsul norteamericano en Veracruz, avisando que el día anterior atracó el vapor de la American Ward Line, Mexico, con un cargamento de armas, esperándose otro a bordo del buque de bandera alemana Ypiranga; desde el día 17 se conocía también del embarque de armas a bordo del vapor Monterey que había zarpado de Nueva York con el mismo destino. La administración Wilson sabía con anterioridad del cargamento del Ypiranga por otros medios. Los buques con bandera alemana Bavaria, Dania y Kronprinzessin Cecilie también se enfilaban hacía México portando armas. Wilson no creyó oportuno informar de esto al Congreso. 

    La madrugada del día 21, el Presidente de los Estados Unidos adelantó la orden de intervención armada en México para detener el arribo de más armas que potencialmente podían ser usadas en su contra. Cuando su solicitud para el uso de la fuerza bajo argumentos diferentes aún no era aprobada por el Senado; la respuesta llegaría el 22 de Abril cuando ya era un hecho consumado la intervención. La resolución aprobada por el Congreso justificaba el uso de la fuerza: “solo para demandar inequívocamente la enmienda de ciertas afrontas e indignidades”, se limitaba específicamente el alcance de la intervención y se hacía la aclaración: “Los Estados Unidos rechazan cualquier hostilidad hacia el pueblo mexicano o cualquier propósito de hacerle la guerra a México”. De acuerdo a la autorización otorgada el día 22 por el Congreso de los Estados Unidos para el uso de la fuerza, se debía desocupar el puerto de Veracruz inmediatamente después del desagravio, ya que la justa e inequívoca retribución de la enmienda de ciertas afrontas e indignidades se había cumplido cabalmente…


   Esta historia fue el pretexto para otros fines, pero también fue el origen de actos y responsabilidades no contempladas que posteriormente iremos tratando en otras publicaciones. No solo los mexicanos creamos actos míticos heroicos para alagar al ego nacional, en los Estados Unidos también. El primer norteamericano que murió en el desembarco fue George D. Poinsett, la publicación The Outlook en 1914 se refiere al hecho: “George D. Poinsett el primer americano que sacrificó su vida para salvara a México de la anarquía, este joven tenía solo 22 años cuando murió…” De este marino del USS Florida se dice que murió cuando izaba la bandera norteamericana en la Aduana, en otras versiones fue en la “plaza”, todo era ficción, aún así se le erigió un monumento en los Estados Unidos.

   Es curioso como este personaje comparte el mismo apellido con otro norteamericano de importancia relevante en la relación entre México y los Estados Unidos. México nunca ha tenido una relación fácil con su vecino del Norte. Lo que a veces se pierde de vista es cuándo y cómo comenzó esa convivencia tan complicada. A finales de 1822 llegó a México un diplomático estadounidense con la misión de sondear al novicio gobierno imperial mexicano de Agustín de Iturbide y proponerle que vendiera los Estados norteños de México, se trataba de Joel R. Poinsett. La vida independiente de México no cumplía un año cuando ya se pensaba en expoliarlo. El gobierno de James Monroe lo había enviado a México. Apenas se había consumado la independencia y el gobierno de Agustín de Iturbide veía que las cosas empeoraban a falta de unidad nacional. Poinsett, un republicano convencido, creía que el Imperio Mexicano era una farsa y un peligro; no pudo convencerlo de que vendiera Texas, Nuevo México, Alta y Baja California, Sonora, Coahuila y Nuevo León. Como consecuencia inició el camino de la intriga las maquinaciones e injusticias para lograr ese propósito; lo primero destruir a Iturbide y su Imperio. El incidente de Tampico en 1914 tuvo lugar en el Puente Iturbide.

    Poinsett encontró en México una planta que le fascinó y la llevó a los Estados Unidos, la flor de noche buena, en inglés: poinsettia, nombre otorgado en su honor. Uno de sus nombres autóctonos era Cuetlaxochitl: flor que se marchita que decae, o flor de la tristeza. “Joel Roberts Poinsett fue el primer norteamericano que buscó salvar a México de la anarquía” y por todos los medios indujo el decaimiento en México para tomar ventaja de su debilidad, política continúa de los Estados Unidos hacia México. El apellido Poinsett tiene su origen en Francia o Flandes, su significado es relativo a las profesiones que hacían uso del punzón, un instrumento filoso y puntiagudo para hacer perforaciones, no pudo tener mejor nombre. Joel R. Poinsett como si fuera el profeta Joel de los textos Bíblicos traía las nuevas sobre la destrucción de México.